Uno cree que nace sabiendo y es el mayor rasgo de humildad decir sus carencias. Una vez vi a unas chicas jóvenes universitarias por la calle con una chulería que pensé “cuánta arrogancia tenemos los estudiantes de 20 años, suerte que a hostias se nos va”.
Hasta que no tuve pareja no supe lo que era y como dice la canción entendí aquello que no comprendía. He aprendido mucho de mi pareja pero también mucho de mis vivencias en pareja y de mí misma al encontrarme en una situación totalmente desconocida.
No era un novio, no era un colega, no era un ligue, no era un mejor amigo, era una pareja. ¡Y claro de golpe y porrazo te vuelves multi tasking! Si ya cuesta lidiar con lo anterior, ahora voy y decido ser todas las cosas en uno.
No fue fácil para mí, teniendo en cuenta que no he tenido referentes de pareja actual al estar mis padres separados. No es fácil, porque no sabes qué emular, que reproducir. Mi pareja tuvo a sus dos padres en casa toda la vida y se nota que entiende el “intringulis” de un matrimonio. Yo he tenido que aprender. Tengo una cosa buena a mi favor, aprendo rápido. Puedo aprender de lo que observo y rápido aprendo de lo que me pasa a mí; así que como era una persona tan distinta a los demás y al ser el mayor proyecto de mi vida, valía la pena vencer miedos, aprender cosas nuevas y sacar una mejor versión de mí.
Me hace mejor persona por como es y por como me trata, no necesito hacer ver que soy mejor y sin embargo nunca había querido de esta forma.
He querido a algunas contadas personas de mi vida de verdad, fuera de mi familia, pero aún así no las quise igual. En gran parte porque estaba creciendo en ese momento y supongo que hubo cosas que hice mal, simplemente por el mero hecho de que fueron las primeras veces tenía sentimientos fuertes y lidiaba con situaciones complejas.

De ambas cosas aprendí a marchas forzadas y cuando llegó la persona, estaba lista para amar.
Aprendí en pareja a ser y dejar ser al otro, a dar sin esperar, a compartir aficiones, a perdonar, a aceptar los defectos ajenos y ver a la persona como es, a cuidarla y a respetarla dándole su valor, su sitio y no hiriéndola con mi forma, algunas veces, de severa de pensar y hablar.
Aprendí que cuando uno ama a una persona tiene que comprender, escuchar, aceptar y no dejarse vencer por las adversidades. Hablar las cosas pero hablarlas desde la comprensión y no solo desde el afecto.
Aprendí sobre el desapego a pesar de ser el mayor vínculo que jamás he tenido. Justo al conocerle estaba entrenando el músculo del desapego y con mi pareja me tocó hacer examen.
No es fácil para alguien que nunca tuvo una relación de verdad tener una pareja no dependiente cuando encuentras alguien que te llena en todos los aspectos. Yo misma incluso al principio tenía “la manía” de no dejar mi vida de lado y a los demás por que ellos no sufrieran cosas que yo sentía haber sufrido anteriormente.
Toda una vida sola te da un aprendizaje de la soledad brutal pero también puede ser una cosa tan bonita entre las manos que puedes volverte tarumba de amor, así que decidí nada más empezar que las bases de mis principios no las quebraría. Si defiendo la responsabilidad e independiencia afectiva, así iba a ser mi relación. Tenía mucho amor que dar pero también mucho ejemplo.
He visto de cerca y en mí misma lo que es el dolor inhumano por estar apegado a una persona o por no saber estar solo, que ya empecé mi relación dedicándole la canción “No pretendo” de Gloria Estefan donde dice: “Para darte el corazón no pretendo ser tu dueña”.
Mi relación es libre y él pone morros cuando lo digo. Libre no es liberal, libre es sin amarres, sin celos y sin prohibiciones y no por ello no es romántica. ¿Y en qué se traduce esto? Que no hay necesidad de vernos cuando estamos cansados solo porque hay que hacerlo, que podemos quedar cada uno con nuestros amigos, que no malmetemos contra las familias respectivas, que nos damos espacio y podemos ir de viaje y uno leer y el otro escuchar música durante el trayecto y no pasa nada. Le explico mis peripecias amorosas anteriores y él su relación anterior como parte de su vida sin esconderla.
He aprendido mucho y aún me queda mucho por aprender. La pareja es un máster complementario al máster de la soledad. Es muy bueno tener ambos “estudios superiores” en la carrera de la vida. La soledad da independencia, perspectiva y responsabilidad; la pareja da compresión, generosidad y respeto.
Si estás soltera o soltero y te planteas tener pareja hazte una pregunta: ¿Estoy dispuesto a dar de mí (de verdad) por el bien de una relación? Si es que no, no abandones el primer máster antes de acabarlo.
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