Una vez escuché que la culpa era una herramienta para tenerte espiritualmente controlado. Quién tuvo la culpa de este error, como canta la canción.
No es fácil deshacerse de la culpa, del sentimiento de culpabilidad. Si dejamos nos sentimos culpables, si nos dejan nos sentimos culpables, si nos equivocamos nos sentimos culpables, si se equivocan con nosotros nos sentimos culpables. El caso es sentirse como un condenado a la silla eléctrica.
La vida no es un juicio donde se te declara culpable o inocente; hay conductas que no son delictivas, simplemente acertadas o no. Y aún así, lo que crees como mal hecho por tu parte luego puede ser tu bendición o la del otro. Lo que haces mal para uno, puede ser bueno para otro.

Sentirse culpable es algo del ego, el cual nos repite con voz poco melodiosa que hemos dejado a alguien que ahora no sabrá qué hacer sin nosotros y por eso somos monstruos o que, nos han dejado porque dijimos aquello, dimos poco o incluso dimos mucho y se hartó de tanto servilismo por nuestra parte. Si nos vemos obligados a dejar, nos culpamos por estirar el chicle de esa situación “in eternum” y más valía haber escuchado las palabras de mamá antes de hacerse una pelota.
Quien te haga sentir culpable, se culpa a sí mismo. Nadie tiene el poder de determinar que eres culpable, en todo caso, responsable de una parte.
Mi abuela siempre dice que a ella nunca la han criticado porque los defectos se los dice a ella misma. Que iban sus amigas perfectas en el año de la “catapum” a su casa y veían las camas sin hacer, pues ella misma les decía: “Ay hijas, es que soy desordenada, vosotras sí que sois como hay que ser”. Y así no hacían corrillo acto seguido. No hay nada como decirse las verdades y decirlas al tendido.
Pero hay un mini peligro de ser honesto con tus propios defectos y es decirlos y quedar tú como “culpable” porque asumes tu parte de responsabilidad. Claro, el otro lado del puente queda colgado y tú eres el malo por sacar a relucir tus miserias y sean ésas las únicas que consten en acta.
Es por eso que hay que trabajarse la responsabilidad, no desde el autocastigo si no, desde el amor propio. Que me he equivocado, lo asumo, que no he acertado, también, soy humana.
Y eso no te hace mala persona, todos cometemos errores y si alguien te señala los tuyos sin ver los suyos, no es problema tuyo.
Yo suelo decir mis propios defectos, asumir mis errores y eso no me hace más débil, simplemente veo que con la vanidad no vas a ningún sitio. Es de ser fuerte asumir tus cosillas. Y sí, puede ser arma de doble filo, pero la consciencia duerme más tranquila.
Una vez que salí varios meses con un chico que en una última conversación me hizo sentir culpable de ser como soy. Pretendía que yo me rechazara a mí misma cuando no hice nada de malo. No veía cómo era, cómo me hacía sentir de mal, lo vacío que estaba ni la superficialidad con la que hablaba de mí y del noviazgo y luego me dijo que yo era una persona encorsetada.
Con quien me quiere no soy así, con quien puedo ser afectiva no soy así. Me hacía sentir un florero al que lucir y por tanto, recibía de mí un encorsetamiento. Me hizo sentir culpable de mis miedos con su silencio y con su actitud y en ningún momento asumió su parte la cual potenciaba los mismos.
Por tanto, si vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro, estamos desaprovechando una potente forma de crecer, se llama espejo.
Entrenar la responsabilidad es esencial, hacer autocrítica es esencial. Pero ojo, no nos pasemos, no nos fustiguemos. Mi madre siempre dice: “La culpa antes era del otro y ahora parece que es solo tuya”.
Y no, la responsabilidad es siempre compartida. Tú tienes tu parte de responsabilidad, pero no eres el/la culpable. Si hay un conflicto hay una doble responsabilidad y cocreación del mismo y quien te haga ver lo contrario, te está castigando por algo que no se perdona.
Deja una respuesta