Hace años veía imposible perdonar y mucho menos, olvidar el daño causado por un ex. ¡Un ultraje en toda regla, señores!
Con los años te das cuenta de que no hay nada más dañino que guardar rencor. Pero para llegar a esta conclusión hizo falta un proceso previo.
La persona que aprende a perdonar, sabe hacerlo, pero le requiere tiempo. La diferencia es que, el que no ejercita el músculo del perdón, ni con el tiempo lo consigue.

Es como cuando aprendes a hacer el IVA, primero aprendes y luego, si llevas tiempo que no lo has hecho, tienes que refrescar conocimientos y luego ya te es más fácil.
Perdonar no es ir con un lirio en cada mano, como dice mi abuelo. Perdonar no es llevar una diana para que te envíen dardos y encima agradecerlo.
El perdón es un arte y como tal, tiene algo de innato y algo de trabajo personal. Es aprender la lección de lo que te ha pasado, ver la responsabilidad que hubo en ti y por último, ir a ese pasado sin rabia.
Pero lo último no se puede dar sin los dos pasos previos. ¿Por qué? Porque para que algo no te duela, primero tienes que dejar de culpar al otro y sacar el lado bueno a la circunstancia. Nadie un poco reflexivo piensa amorosamente en quien cree haberle hecho daño sin esas dos cosas previas.
De adolescente tenía una amiga en el pueblo donde veraneo que cuando iba a tirar la basura, en vez de salir a la calle e ir al container, lanzaba la bolsa de basura en el terreno del vecino. Y a su abuela ya le podía decir que había ido. Se quitaba el muerto de encima echando “la mierda” lileralmente al vecino.
Eso es lo que hacemos cuando culpamos. Sé que es muy difícil ver la responsabilidad de uno, pero siempre la hay. También cuesta ver lo bueno en lo malo. Casi todo el mundo que conozco, tras una circunstancia adversa, ha reconocido después que era lo mejor que le podía haber pasado, pues aprendió algo nuevo de la vida y de sí mismo.
Perdonar es un acto que nada tiene que ver con la prepotencia ni con la conmiseración. Perdonar es un acto de amor a uno mismo y, si la persona te ha importado, de rebote para el otro.
Cuando perdonas tienes más energía vital, cuando perdonas puedes soltar, cuando perdonas, puedes ser feliz al 100%, cuando personas puedes relacionarte más sanamente con esa persona y con cualquiera. Estar en guerra con alguien es estar en guerra con todos.
Si una ex pareja te ha hecho daño, piensa primero en la intención que tenía. Si era para herir o por desconocimiento del daño que causaba, luego mira en ti y analiza si te ha inflingido daño o te da abierto una herida que ya existía. Y luego, piensa en qué puedes estar agradecido. Sí, dar las gracias por lo bueno vivido junto a esa persona, por poco que sea, siempre lo hay. Y dar las gracias por el aprendizaje reducto de lo vivido.
Cuando alguien dice que no va a perdonar jamás abre la veda para que tampoco le perdonen. Además, con los años uno relativiza las cosas y aquello tan malo tan malo que nos hicieron, quizás era necesario para crecer y tomar conciencia de algo no sanado.
Perdonar no es olvidar, a menos que pierdas la memoria es muy difícil. Pero sí puedes relativizar, aprender, crecer, integrar y abrir la puerta a algo nuevo con lo que no contabas.
Odiar te permanece atado al objeto de odio e, inconscientemente, muchas veces hacemos esto para no perder a quien odiamos o que la experiencia no haya sido en vano. Pero ni una cosa ni otra se pierden, simplemente las gestionas desde la cabeza y desde el corazón.
Perdonar es saber amar y a eso no te enseña nadie más que la persona que te ha herido y tu corazón amando.
Si te ha gustado, ¡Comparte!
Deja una respuesta