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MERI CAMATS

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¿CÓMO SÉ QUE HE TOMADO LA DECISIÓN CORRECTA?

13 enero, 2019 por Meri Camats Leave a Comment

Cuando uno ha tomado una decisión, sea personal o laboral, se encuentra ante un abismo al que jamás nos abocamos de niños. Me explico, cuando eramos pequeños, nuestros padres (o uno de los dos) eran los que se encargaban de esta magna misión llamada decidir. Conforme te vuelves adulto, adulto emocional y no de edad, es cuando, progresivamente, vas teniendo la iniciativa en estas lides.

Cuando tomas una decisión en base al consejo o veredicto de tu madre, tu responsabilidad no existe. Dejas en manos ajenas tus iniciativas en lo social, amoroso y laboral, ella es la culpable en caso de que esto salga mal. Mi consciencia puede dormir tranquila porque, aunque la haya cagado, no he sido yo cerebro de la operación, sólo un simple ejecutor.

Ahora bien, me planto en la adultez, soy una persona hecha y derecha, que ha crecido en lo psicológico y emocional y la biología me acompaña y tengo que decidir aquello que llevo posponiendo meses o años. Llevo tiempo con una idea rondando por mi cabecita loca.

Voy deshojando margaritas, mirando el horóscopo, escuchando a mis consejeros habituales, haciendo amarres de todo tipo, lanzando monedas al aire, dándome golpes en la cabeza para tener la idea genial…pero ahí no está mi madre para que me saque las castañas del fuego. Ya no tengo el comodín de mamá porque soy un adulto.

Y resulta que tengo que tomar la decisión final, hacer un “fatality” en toda regla a una persona o seguir como hasta ahora sufriendo y maldiciendo, dejar un trabajo que me aburre como las ovejas o dar el salto a un futuro incierto, declararme a esa persona que sé es esquiva en el amor y sin embargo me hace señales de humo a tiempo parcial y me hace ir como una peonza.

Ya no sé que hacer y al final tiro millas. Lo hago y punto, tiro por mi instinto cual animal herido o bien, hago una lista como el que va al Caprabo de pros y contras de esa situación o persona y el/la susodicho/a sale perdiendo.

Total, que tomo la decisión final y me retiro a mis aposentos. O al final no hago nada y ya con ello estoy haciendo mucho; he decidido poner una distancia prudencial al tema porque estoy más perdida que Nemo o porque tengo claro clarinete que esto tiene menos futuro que una pareja de viceversos.

¿Cómo sé que he tomado la decisión correcta? ¿Cómo puedo dormir bien a partir de ahora si, por fin, he decidido hacer o dejar de hacer porque no aguantaba más el embrollo?

Uno puede analizar tanto como un CSI pero al final lo que te hace ver si es correcto o no lo decidido es tu bienestar. Hay una voz interior que sabe perfectamente lo que ha de hacer. Quizás esa voz tiene miedo y prefiere poner excusas burdas: “no, es que tiene problemas”, “no, es que no tiene tiempo”, “no, es que sí me gusta pero..”, “no, es que es un sueldo y no se está tan mal…”, “no, es que he pensado que mejor me espero unos meses cuando se encuentre mejor y luego se lo diré…”.

Todo son unas excusas que, socialmente, estarán tan bien admitidas como presentarte con un regalo para alguien que jamás te pregunta ni cómo te va la vida pero, realmente, una sabe lo que ha de hacer y no son listas.

Lo mejor es escuchar el cuerpo, el silencio elocuente dice muchas cosas cuando callamos el ruido externo. Manda callar a la peña y siéntate contigo un rato. Yo, una época me iba al parque. Y no es que no tuviera con quien ir (al parque estaba más chungo…), pero el caso es que necesitaba pensar y no pensar a la vez. Si has tomado una decisión “fatality” o temporal, lo que es seguro es que tu alma ya sabe por qué lo ha hecho. Tú no, tus amigos menos, tu madre flipa colores, pero tu alma sí. Deja que hable. Que te cuente por qué lo ha hecho. A lo mejor en el nivel de consciencia que tienes ahora, es lo mejor que sabías hacer y lo que la Vida necesita de ti en este momento.

Cuando se presente la misma circunstancia, quizás la forma de hacerlo será otra, pero lo importante no es la forma, si no, el fondo. Si te alejas o acercas de una persona o escenario, lo importante no es el cómo (eso va con tu evolución), si no…el qué. Decido siempre ponerme yo en primer lugar: ¿esa decisión me dignifica, me da paz y encima me hace crecer? Pues hazlo. Pero quédate con el aprendizaje.

La decisión sólo es el puente a trascender el aprendizaje, y sea cara A o cara B lo que pase después, no será más que el reducto de haber crecido antes. Si tras decidir “te sale mal”, verás que era para crecer y que llegue algo mejor en breve, que te “sale bien”, bravo, has crecido antes de tiempo o, lo siento, lleva implícito otro aprendizaje más tarde cuando te relajes.

Decidir no cambia nada interno, sólo te refleja las consecuencias de tu crecimiento emocional con el problema que estabas decidiendo cómo solventar. Era el asunto a decidir tu maestro, la decisión son las notas finales. Las consecuencias de tu decisión, paradójicamente, son el resultado; el problema contra el que luchabas, es la consecuencia de una necesidad de cambio en ti.

Es coherente lo que te está pasando con tu vida actual y tu anhelo del alma. Decidas lo que decidas, si trae paz, dignidad y aprendizaje en plazo un mes, es lo correcto; si no trae estas tres cositas, aún te queda mucho por andar joven amo, como dijo Zazu al pequeño Simba en El Rey León.

Filed Under: la ruptura amorosa, quererse a una misma, Sin categoría

Meri Camats

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