El pasado martes impartí una conferencia en el Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona sobre el divorcio emocional, es decir, la ruptura traumática.
Me dirigí a los abogados matrimonialistas, con un tono más solemne de lo normal, para explicarles la otra realidad existente en el ámbito del divorcio. Tanto los clientes que se están separando, como los hijos de padres separados o los coach emocionales, vemos la otra realidad, la del sufrimiento emocional, la de la ruptura de vínculo y de vida. Estamos ante un Matrix matrimonial en toda regla, dos realidades paralelas.
¿Cómo dejar ir?
Expliqué la historia de las águilas. Estas aves tan majestuosas cuando llegan a los 40 años de edad tienen un punto de inflexión. Las inteligentes que se saben adaptar al cambio, notan que a esa edad se les ablanda el pico y las garras ya que, se les están a punto de caer; las plumas se van deshojando y no pueden casi batir sus alas. Llegadas a ese punto, estas aves tienen que decidir si vivir o morir.
Si quieren sobrevivir, se han de ir a lo alto de una cueva y estarse allí unos 9 meses escondidas, gestando su cambio. Primero se sacarán las plumas, luego el pico se arrancarán y después las garras. Las águilas inteligentes saben que estarán meses sufriendo, pasando hambre y frío pero, que deben despojarse de aquello que está entumecido y que les sobra. Han de dejar ir lo que creen suyo pero sin embargo les ata y pesa como una losa y encima, es totalmente in
útil. Una vez pasen esos meses, las águilas que han optado por ser valientes, verán cómo se les regenera el pico, las garras y las plumas vuelven a salir. Luego podrán vivir 40 años más sin problemas. Pero las que no quieren asumir que deben mutilarse esas partes del cuerpo que son dañinas e inanes porque ya no les sirven, son las que no se adaptan y por lo tanto…¡caput!
¿Qué hacer con mi vida?
Por lo que, las personas separadas están en una edad águila (pueden ser los 40 como los 30 o los 50). Es esa edad de crisis vital, de valores, donde te planteas qué hacer con tu vida ahora que la tienes de estreno. Se te cae la casa encima, hubieras vivido o no con la persona, es un clásico. Es totalmente normal que no sepas por donde tirar, piensa que tirabas de otro cual romano en un circo. Ahora ya no tienes ese carro inanimado al que sostener, por lo que sientes una sensación de vacío porque te falta lo que cargabas. Has de entender que el vacío ya estaba, que esa persona te lo medio tapó con sus cargas mochileras emocionales, pasotismos donde dudas de tu visibilidad, traumas sin igual, juegos psicológicos más entretenidos que el Monopoly, engaños que los sentimos como ultrajes y un sin fin de maniobras de distracción de ti misma.
El sufrimiento emocional enquistado que sentimos en ese “momento águila” es proporcional al dolor interno; sí esa vocecita que te habla desde tiempos inmemoriales que te hizo acercarte a personas tan inapropiadas como bañarse en la piscina a los cinco minutos de comer el día de Navidad.
Es normal que sintamos ganas de correr a por otra nueva pareja o, si somos mujer de costumbres, a la misma. O bien, que tengamos, de golpe, una fobia visceral al sexo opuesto o que nos gusta.
¿Volver al amor?
Nos volvemos dueñas y señoras de nuestra casa, de nuestro tiempo, de nuestra vida social y dices: “Yo, pa qué”. Pasado un tiempo, hay que plantearse: “¿estoy tan a gustito sola o es el miedo el que me mantiene en esta huelga de soltería?”
Entiendo que dé miedo. Desde luego, volver a las neuras, los desplantes, las desapariciones de mago y las reapariciones estelares, los shows dignos de telenovela colombiana, las declaraciones a los Escarlata Ojara, y todo ese periplo emocional digno de la atracción más chunga de Port Aventura, da cosilla.
Pero entiende que esto no te pasará cuando hayas sanado y sepas estar bien contigo misma. Serás tu mejor compañera y no precisarás de juegos malabares patosos para pasar el tiempo. Ese escenario grotesco tampoco sucederá cuando estés con otra persona sana, en una relación constructiva y bonita. Podría haberlo escrito al revés, “persona adecuada” y “relación sana”, pero ya vamos teniendo una edad y ¡podemos hablar claro! Ninguna relación es insana; insanas estamos las personas (es un estado temporal pero no somos así) en un momento puntual o, de por vida si no hacemos algo (es decir, lo que viene siendo un trabajo interno de introspección, terapia o medicación si es necesario y ¡no pasa nada!).
Esto de “fuimos las personas correctas en el momento equivocado” no es del todo cierto, lo correcto sería: “fuimos las personas adecuadas para el aprendizaje que necesitábamos en ese momento y sin embargo, no estábamos aún sanas para ser las correctas en ese momento para tener una relación constructiva”.
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