El 24 de octubre impartiré una conferencia llamada “Ventana a los amores tóxicos”, una charla en la que me gustaría explicar lo que es una relación tóxica.
No expondré grandes conceptos difíciles de entender, ni emplearé frases exageradas, no es una clase magistral de ciencias. Voy a hablar de personas. Seres humanos de carne y hueso, llenos de miedos y traumas, llenos de vacíos, con un corazón cual cajón de sastre donde caben todas las emociones, experiencias, deseos y nostalgias.
Un amor tóxico no es una persona tóxica; es una conjunción de dos miedos y dos necesidades por cubrir, complementarias entre sí, pero opuestas en la forma que producen unas emociones tan intensas y egoístas donde no entra el amor sano, si no el apego.
Hablaré del desapego, sí, esta palabra tan de moda últimamente que sirve de bandera para los que no se atreven a hacer pareja, cual excusa de mal pagador. Las relaciones tóxicas, si de algo van faltas son de desapego. Dos personas se necesitan, uno es oferta y el otro demanda, uno quiere pareja y el otro no quiere o no sabe tenerla. Uno manipula y el otro utiliza la manipulación en propio beneficio.
Aquí no hay víctimas ni verdugos, son dos caras de la misma moneda. Si bien, uno puede sufrir como resultado de comportamientos dañinos de su flamante compañero/a, el otro sufre y por eso los genera.
Ambas situaciones se retroalimentan tanto como Belén Esteban a Sálvame y al revés. Una relación tóxica no se sostiene de un solo lado. Esto me llevó años y humildad a punta pala descubrirlo, pero es así.
Es más fácil pensar que el otro nos hace daño, pero en lo emocional nadie nos hace daño. Nos lo hacemos y usamos como herramienta de dolor a otro ser humano igual de humano pero más inestable aún que nosotros para que empuñe la daga.
A veces nos gusta sufrir, aunque parezca extraño. Aparentemente nadie quiere ser presa del sufrimiento más inhumano y, sin embargo, la experiencia me dice que sí. Hay personas adictas al sufrimiento. Existen y están entre nosotros. Y, por ende, existen también personas tan dispuestas y serviciales a hacer nuestro sueño de pesares amorosos realidad que da yuyu.
A veces uno adopta el papel de dardo y de diana, aunque siempre son dos caras de la misma moneda. Si te sientes dardo, irás a buscar dianas; si te sientes diana, te lloverán los los dardos.
El amor es un sentimiento pero también es una actitud, de hecho, el amor real es voluntad. Una relación tóxica carece de ella. Si fuéramos conscientes, jamás nos embarcaríamos en una aventura de este calibre y sin embargo, nos adentramos con cantimplora y mochila, con unas ganas locas de permanecer en ella.
No puedes elegir “voluntariamente” y desde la consciencia una relación que no te aporta, te hace daño, no avanza o es tan ambigua como Mario Vaquerizo. Uno sí puede decidir desde su inconsciente que eso que le hace daño es lo que le gusta, lo que conoce o a lo que se aferra por descarte pero jamás desde la consciencia.
Hay muchos y variopintos motivos por los cuales entramos en esta puerta interestelar llamada “relación tóxica”. La baja autoestima es la reina de corazones en este caso pero también es inevitable nombrar a los modelos de apego, patrones afectivos y por qué no, al efecto espejo. La otra persona te va a reflejar lo que no aceptas de ti. Aquello que rechazas de ti misma, se te va a presentar en bandeja de plata en forma de señor apuesto pero poco dispuesto.
Las relaciones tóxicas, antes llamadas difíciles o imposibles, son posibles. Sí, es posible tener una relación imposible, yo lo he vivido y lo he visto más veces de las que desearía. Mientras está ocurriendo estás generando el vínculo, por tanto, existe una relación, a todas luces, imposible de sostener.
Es hora de explicar qué son los amores tóxicos, aunque para ello no hay fórmulas mágicas. No puedo hacer un brebaje humeante y entregarlo y esperar que nada más beberlo, la persona tenga una relación sana o la insana nunca haya existido. Yo sólo puedo hablar desde el ejemplo, desde el alma para despertar la autoestima ajena, hacer una llamada a la acción al inconsciente de quien quiera leerme, dar herramientas para salir de ese agujero negro y emplazar a las mujeres a mirarse en el espejo de su relación y despierten por ellas mismas.
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