La mayoría de personas, al leer este título pensarán un sinfín de cosas que “hay que hacer” para tener pareja. Seguro que más de uno está pensando que lo que se debe hacer es buscarla, apuntarse a una app, ir a los cumples de tus amigas a ver si suena la flauta, parar a todos los chicos del autobús que te gusten, ir a saco con las chatis en la disco (ahí se me nota que la veintena pasó a mejor gloria…)
Bueno pues no es nada de todo esto. Lamento decirte que si tus herramientas para tener pareja son las anteriores, te va a costar un pelín más de lo esperado.

Primero de todo, el título lo he escrito así para llamar tu atención. Sí, como lo lees, la pregunta está mal formulada siendo puristas en las profundidades de lo emocional y lo psicológico.
Para tener pareja no has de hacer nada. Tener implica hacer. Y éste es el mayor error de la humanidad “solteril”. Lo que tienes que hacer es no hacer; el truco del almendruco está, simplemente, en ser.
Y dirás: “¿Cómo se hace eso de ser? A mí que siempre me han enseñado que para conseguir algo tengo que hacer mogollón de cosas, a cual más cansina o bien denigrante para mis valores.” Y ahora vengo yo y te desmonto el tenderete de un plumazo. He de decir que desmontar tenderetes psicológicos es mi especialidad desde hace tiempo…
Para tener pareja has de cambiar la pregunta a… ¿cómo puedo hacer pareja? Y la pregunta tiene otra inevitable pregunta aún más honda para hacerte si estás aburrido y es “¿Quiero yo ser pareja?”.
Me encuentro habitualmente con personas que quieren tener pareja, las prestaciones de un novio/a al precio que sea. Pero nunca jamás en mi existencia he escuchado esta frase: “¿quiero yo ser pareja?”
En mis tiempos mozos donde el equilibrio sentimental brillaba por su ausencia nunca me pregunté a mí misma si yo quería ser pareja.
Yo preguntaba al viento, a las margaritas, a mis amigas y a Dios bendito por qué daba yo con indeseables a cual más chungo. Pero nunca me cuestioné este asunto. Y como dice mi abuela: “he ahí el intringulis”.
Tenemos que replantearnos si queremos ser pareja de alguien en el mundo, si lo que implica lo queremos abarcar, si lo que se siente lo queremos experimentar y, no me refiero a saber que tienes plan el domingo aunque tus amigos te planten si no, si quieres compartir la vida, si quieres estar en las duras y las maduras, si quieres ocupar parte de tu tiempo en una persona, pensar por dos, reestructurar tu vida y replantearte tus esquemas sociales, familiares y existenciales.
Si estás dispuesto a dar de ti, a ser y dejar ser, a corresponder y a aceptar la llegada de un ser extraño a tu universo y, a asumir la posible pérdida con lo que conlleva en todos los campos de tu existencia, pues bienvenido seas al mundo de los preparados para hacer pareja. Muchos serán los llamados, pocos los elegidos.
Uno no puede abocarse a un cambio así sin antes hacerse un croquis. Tener pareja no es tener plan de finde, ni lucirlo a la peña, ni tapar vacíos existenciales, ni un entretenimiento a tus penurias. Tener un compañero/a de vida tiene otra dimensión mayor que todo eso.
Que lo quieres proclamar a los cuatro vientos, perfecto, pero recuerda que lo importante es lo que sucede en ti. Una pareja es un maestro. Cualquier relación que se precie te está enseñando algo, te está alentando a ser mejor persona y no lo será menos una pareja, donde la implicación emocional, el apego y la expectativa son mayores.
Hay dos maneras de acceder a la universidad de los noviazgos: uno por el aprendizaje al no saber estar solo y darte de bruces contra el mismo sufrimiento una y otra vez o bien, agotar tu experiencia de soltería en todos sus aprendizajes y dejar pasar limpiamente a otro ser.
Para la primera opción, el examen es simplemente “buscar” afuera, para la segunda opción, el examen es mirar adentro.
Ser o tener, esa es la cuestión.
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