Llegado un momento de nuestra vida, nos planteamos volver a buscar pareja, e igual que si hiciéramos como cuando se busca un empleo, empezamos a decirle a todo el mundo que nos presente a ese amigo que tienen por ahí soltero o a ese primo del pueblo que parece que le ha dejado la novia.
Nos ponemos al acecho, nos vestimos con nuestras mejores galas y nos disponemos a seducir a cualquiera que tenga la mínima pinta de hacernos felices.

Hay quien se apunta al carro de las webs de citas, ahora apps. No era suficiente árduo lo de la web como para que ahora tengamos en nuestro móvil una app portátil en el bolsillo donde conocer a señores solteros interesantísimos como el que está comprando marisco.
Tienes edad de merecer, te consideras buen partido y te decides a buscar, te pones en plan Tadeo Jones a perseguir un grial que nunca vas a encontrar.
Lo que sucede con la búsqueda es paradójico pero lo que pasa es que buscando no se encuentra. Una cosa es que tú estés expuesta en una web o bien salgas con tus amigos y al estar visible sin buscar, te pueda aparecer una persona adecuada. Pero si vas con un radar buscando de forma activa una potencial pareja, ten por seguro que te llevarás un chasco.
Lo que hay que hacer no es buscar el amor sino buscar eliminar las barreras que le ponemos al amor. En vez de salir de caza, haz una introspección de qué es lo que te limita a la hora de hacer pareja, qué creencias hacen que te bloquees, qué pasa cuando cruzas una línea con una persona, qué reflejas de ti para atraer a esas personas y situaciones. Resuelve tus duelos, haz las paces con tus padres y cúrate las heridas.
Si quieres un novio pero en tu cabeza tienes la idea de que los hombres no se comprometen o de que siempre te pasará lo mismo, ten por seguro que por muy guapa que vayas o por muchos chicos que conozcas por semana en Tinder, no te saldrá lo que tú quieres.
Permite que te encuentren, estate receptiva pero para ello has de estar preparada. Sólo receptiva no funciona. Y ¿qué es estar preparada? Estar preparada no es querer tener un novio y tener una carrera laboral encarrilada o tu casa propia. La preparación no tiene que ver con tu estilo de vida ni edad, puedes estar preparado con 20 y otro con 50 no. Estar preparado es asumir ser vulnerable, es entender que posiblemente pueda no funcionar y no por ello no intentarlo sin miedo, quiere decir no necesitar pareja y estar bien en soledad, significa también que cuando piensas en el amor no lo asocias al dolor o al rechazo y que cuando ves a una pareja bonita no la envidias sino que te hace bien pensar que también te puede suceder a ti. Estar preparado no es recogijarse del desengaño de tu amiga que también está como tú sino asumir que son cosas que pasan pero no se lo deseas a nadie para verte tú por encima.
No hay que buscar, hay que permitir el encuentro. Hay que salir y relacionarse con la gente porque a casa no te viene nadie, salvo excepciones con tus vecinos. Está genial que te apuntes a aficiones que te gusten o pruebes hobbys nuevos para investigar qué te apasiona, de esa manera encontrarás personas afines a ti, yendo a sitios donde pueda haber gente con tus mismos valores, gustos o formas de vida.
Haz una lista de lo que quieres en tu vida, no de lo que no. Lo que no quieres ya lo sabes, es todo lo que has vivido y te ha hecho sufrir, es aquello que cuando piensas te baja la autoestima. Ahora coge un boli y haz una lista de lo que quieres, convierte los adjetivos que no quieres que tenga tu futura pareja en los que sí, haz los antónimos de cada una de las características que rechazas en un hombre por haberlas vivido. No escribas lo que no quieres porque el universo es sabio y atraerás más de lo no quieres, esto ya lo explicaré en otro post. Y una vez enumeradas esas características maravillosas, plantéate con sinceridad, ¿yo ofrezco esas mismas características? ¿Doy lo que pido? Si es que no, trabájate esas cualidades en ti para que lleguen a tu vida en forma de persona.
Deja una respuesta