Siempre hay una primera cita, la madre de todas las citas, aquella que da el pistoletazo de salida al mercado. Dicho así parece que vayamos al mercadillo del pueblo, donde tenemos que rebuscar entre bragas y verduras aquello que está de oferta pero no tiene mala cara. Siento defraudar si digo que, cuando no te quieres a ti misma, estás abocada a dirigirte a esa casa de los horrores solteriles sin mucho criterio.
Una vez conoces a alguien que más o menos te gusta, se da la primera cita. Esta cita es crucial y sin embargo no le damos la importancia que merece. Unos se enfocan en la timidez, en cómo lo haré para no mostrarme inseguro o no decir cosas que como hombre me hagan parecer débil o raro. Para otras, la primera cita es fuente de agobio porque a la vez toca planear la boda ficticia, organizar las escuelas de los niños, pasear al perro imaginario y explicarle a tu madre que, a las puertas de una primera cita, le vas a traer a un más que posible yerno, el cual comerá con vosotras cada domingo, a falta de ser el lunes laborable.

Nos metemos de cabeza en esa cita, llamándola cita. Craso error. No hay que concebir esa cena, merienda o lo que quiera que sea, como una cita. Frena en seco. Cita tiene una connotación de responsabilidad y romance. En este punto en el que estás, sea tu amigo de toda la vida, el nuevo ligue de internet o el ex de una de tus amigas, no es nada tuyo ni sabes si quiere serlo. No lo llames cita para ahorrarte disgustos. Es una cena, café o partida de parchís. Ponle el nombre real, práctico.
Una vez estás en el ajo, no estés pendiente de ti, si no de él. Abandona tus miedos durante al menos una horita. Si tienes la suerte que dura poco el encuentro, será pleno al quince en atención. Dedícate a escuchar, por respeto al otro y por respeto a ti en primera instancia. Si escuchas de verdad, sin el filtro de la ilusión, verás por dónde van los tiros.
Pregúntale cosas útiles para ti. Si tiene coche o cuál es el año de su graduación es inútil y aburrido. Pregúntale estas tres cosas: sobre su relación con sus padres, sobre su ex novia (por tu bien que sea ex) y sobre qué le gusta hacer en su tiempo libre. Con estas tres cosas, estratégicamente bien distribuidas y sin que parezca un tercer grado, todas en pelotón, vas a saber más que su mejor amigo de él.
No es tanto la respuesta de la pregunta si no, el cómo responde. El qué da igual. Importa el cómo. ¿Habla bien de su ex y de esa relación? ¿Cómo se relaciona con sus padres? ¿Qué es lo que más valora cuando no trabaja?
Las tres cosas te darán la medida de quién tienes delante. Te pueden mentir como una china, pero creo que en la segunda cita verás el percal. Una persona se retrata sola con actitudes. Si su palabra dice una cosa y sus actitudes otra, huye. Puede pasar el primer día o puede que lo veamos en el segundo, el cual es el primero real. Las personas bajamos la guardia en las segundas veces. Creemos que hay confianza con esa persona, ya la creemos medio ganada y dejamos caer el disfraz. Te aseguro que si escuchas mientras te lo pasas bien, vas a detectar mucho más de lo que crees. Si escuchas lo que oyes en vez de lo que quieres o esperas oír, verás la realidad y te ahorrarás disgustos.
Te aseguro que lo que te puede llevar al descalabro amoroso con esa persona es lo que ya verás en la primera o segunda famosa cita. Si te hace sentir mal con algo o no resuena con sus valores, vete. Más vale abortar misión antes de que empiece la guerra.
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